martes, abril 26, 2005

(NO POST II)

Estimado lector ocacional,
Aunque esto va contra los cánones del blog (la declamacion directa sin mascaras ni pinturas de colores) declaro que venia con todos los animos de escribir (valla a saber dios qué!) hasta que llegue y el perro se habia comido mi libro de improvisación.
Queda claro que no hubo galleta hoy para él, y su salida nocturna se debió unicamente a las constantes quejas de quienes viven conmigo a raiz de su llanto.
Sebed disculpar,
Atte.
Tegusigalpa

lunes, abril 18, 2005

7mo sentido

Golpe a golpe me aseguro que tiene que haber un nuevo sentido que englobe todo lo que pasa por mi cabeza. Se que la medicina esgrimirá argumentos para abolir mi idea, que los sentidos son basicamente la forma como el cuerpo recibe imformacion sobre su entorno y que la percepción será la asimiliacion de toda este bombardeo sensorial. Pero que hay de como mi cabeza percibe aquello a mi alrededor? Debe haber alguna forma de nombrar los mil pensamientos por segundo que arman una frase y la caravana de imágenes que se forman con los ojos cerrados.
Quisiera estar leyendo en este momento, pero este "sentido" no me deja abstraer a mi pobre cerebro, que al repasar dos palabras ya escribió mentalmente veinte historias. Así como al estómago se lo calma con comida, tengo que saciar de alguna forma este hambre de pensamientos. Tengo que escribir que tengo miedo de caer en la necesidad, la necesidad de estar acompañado. Y uno por necesidad genera malas companias. Tengo que materializar por escrito que cada día, la noche se hace menos grata, pero por necesidad la sigo acompañando, aunque la noche no se sienta sola. Tengo que sacarme de la cabeza en papel, que todo está tranquilo, y que puedo pasar esta tranquilidad solo.

domingo, abril 10, 2005

Un oso en el placard

Martín guarda un oso de peluche; un pequeño oso panda que lucha en diferenciar entre el negro, ahora gris, de su espalda y el blanco gastado de su panza y cara. Mira un poco de costado a esta altura de su vida; de pelaje lavado y vieja goma espuma en sus patitas y manos. Martín guarda un oso de peluche, pero ya no lo guarda en la repisa, sobre la cama o entre las almohadas; el oso (nunca tuvo realmente nombre, siempre fue “el oso”, en las mil versiones que su vocabulario le dejó pronunciar de niño) duerme entre medias y pijamas, dentro de una bolsa de tela hecha a medida. No puede mostrarlo por la casa, no puede contarle a sus padres que allí lo tiene; debe mirarlo a escondidas, jugar con él cuando la casa está vacía, invitarlo a ver películas cuando todos ya se fueron a acostar.
Nadie quiere a los osos de peluche en esa casa; está mal visto que alguien se relacione con un oso y Martín no puede contarles que vive con él. En ésta ciudad los osos son una presencia mala, los chicos grandes no pueden jugar con osos y los chicos no saben realmente lo que tienen en sus manos.
En los diarios se debate el juego con los osos de peluche; hay quienes los creen mala influencia para sus hijos y quienes quieren que la juventud juegue libre con uno de los juguetes mas antiguos de la historia. Jugaron con ellos los grandes emperadores, los adoraron antiguos religiosos y le escriben canciones los músicos sensibles, pero nadie puede saber que Martín todavía lo guarda, que disfruta cerrar los ojos y pasarlo por su cara; apretarlo fuertemente con ambos brazos o lanzarlo por el aire para verlo sonreír.
Martín esconde su oso de peluche, a la espera que algún día pueda mostrarlo por su casa, presentárselo a sus invitados y que sus padres sonrían al verlo sobre la cama, bajo la mesa o entre los almohadones del sillón que se forma día a día en su cabeza.

martes, abril 05, 2005

Todo tiene un principio

Algo asi como n riel de imágenes. Cabezas, unas detras de otras. Filas de caminos, distintos rumbos todos unidos por el primer viaje; la primera casa de muchos días. El primer sueño, pero todos juntos. Todos desconocidos, pero todos juntos, todos... Una picazon en los ojos, una luz que se alterna entre cortina y ventana. Luz, sombra y más luz hasta que todo frena y, como una caja que se abre, cada camino sigue su rumbo; su semana, su mes o sus dias. Todos unidos una casi única vez por un primer, el primero de muchos.